Lectura de novela
Son muchas y muy diversas las razones que motivan la inquietud literaria de un escritor. Tal vez escriba para crear un universo propio o para contar los acontecimientos de la manera en que le hubiera gustado que sucedieran. Quizá escriba porque a la historia de su vida le falta un capítulo o porque los ingresos son insuficientes y los afectos lo han puesto de cabeza y entonces, necesita con urgencia una terapia psicológica.
Cabe la posibilidad, también, de que los fantasmas de su vida lo persigan y precisa encerrarlos, a golpes de teclado, en un archivo de su computadora, o bien, entre las hojas del cuaderno que, invariablemente, le hace compañía.
En fin, son muchas las razones que impulsan al escritor a lanzarse a la tarea ardua de crear una obra literaria, a dedicar horas y horas de trabajo obstinado a un quehacer que lo mantendrá alejado del mundo real y de sus más preciados afectos y, sin embargo, lo hace porque la escritura es su medio de expresión y porque, a pesar de todo, ama su oficio.
Y cuando todo esto sucede, viene la mejor parte, la de mostrarse y dar a luz a todo lo que lo mantuvo alejado por un tiempo, debatiéndose, pescando vocablos, hilvanando frases, tallando imágenes para mostrar lo que en el proceso de creación, lo mantuvo alejado del mundo.