No soy muy fan de Keanu Reeves, pero desde que lo vi como Julián Mercer, un doctor sensible, maduro y desinhibido en la película Alguien tiene que ceder, le concedo el beneficio de la duda. Y qué bien que lo haga, porque de otra manera, no habría llegado a esta película que, aunque no resultó ser más que “palomera”, se ganó mi interés por el tema que aborda: la posibilidad de viajar en el tiempo sin dejar de ser tú.
Hago la aclaración porque aun cuando la reencarnación, que de alguna manera involucra espacio y tiempo, también maneja la idea de otra vida y eso la vuelve un tema más complejo no contenido en esta historia que, no se llama La venganza de la casa del lago y menos aún, El misterio de la casa del lago. Porque no hay tal, porque esta historia no tiene más que la complicidad que el amor permite para jugar con el tiempo.
Luego entonces, debería no ser tan simple si se juega con el tiempo, pienso ahora, pero como el tema central de la historia es el amor, lo misterioso se desvanece, porque ya sabemos como son las cosas bajo esa sombra, nadie gana todos pierden o todos ganan, pero porque no están, o porque murieron o porque se fueron antes de transformarse en ese lastre con el que nadie quiere cargar.
Tanto en la vida como en el amor, basta con que no estés para que te vuelvas inolvidable, porque si te quedas, terminarán por odiarte, por lanzarte de donde antes fuiste soberana y señora… Estoy divagando, sí, lo sé, este tema me pone así invariablemente, porque es complejo, pero también, un arma poderosa en la construcción literaria, tan lo es que salvó un poco la historia de La casa del lago, y en este sitio se volvió Excusa para un bar.